29 de marzo de 2024

Pozo Alcón: La Historia y sus gentes. XLIII

Foto: Emblema del Ayuntamiento poceño tras la guerra civil

EL FINAL DE LA GUERRA. LOS VENCEDORES

Por José Manuel Leal

La guerra estaba acabando. En el recuerdo quedaba, entre otras anécdotas, la visita que casi al final de la guerra  un grupo de mujeres poceñas, acompañadas del tío Juan Llamas, habían hecho a sus maridos destinados en el frente de Pegalajar ( Para más detalles sobre este viaje, ver el libro de Manuel Moreno en su Historia de Pozo Alcón, págs.347 a 352). Tras la derrota en la última gran ofensiva republicana en el río Ebro -donde tantos poceños “desaparecieron”- y la caída de Cataluña, el desmoronamiento de la República fue total. El golpe de Estado del coronel Casado en Madrid en marzo de 1939 contra el gobierno del presidente Negrín originó un nuevo enfrentamiento armado entre las distintas fuerzas republicanas y finalizó con la rendición total a las tropas franquistas. El 29 de marzo, Julián Besteiro anunciaba la rendición de la República.   Ese mismo día, el Comité del Frente Popular de Pozo Alcón y el alcalde Moreno Galeote, siguiendo órdenes superiores, entregan el poder a una Comisión Gestora franquista que a tal efecto se había constituido bajo el mando de Antonio Jurado Amador, quien ya había sido alcalde en la dictadura de Primo de Rivera y, durante unas semanas, tras las elecciones de Abril de 1931 que trajo la República y que aquí, como sabemos, tuvieron que repetirse el 31 de mayo de aquel año.

Durante aproximadamente una semana, la máxima autoridad política fue el jefe local de la Falange y presidente de la Gestora municipal, Antonio Jurado. Otros miembros de esta Comisión fueron Francisco Quiñones Monge y Antonio Gómez, ambos del Fontanar y, entre otros, Tomás Guerrero, Juan Pedro Rodríguez o Francisco Vela. Así estuvo la situación hasta que el 04/04/1939 una compañía del 6º batallón del Regimiento de Infantería  Granada número 6, que había tomado Quesada ese mismo día, entró en Pozo Alcón, para “rendir y tomar la plaza”, al mando del comandante de la policía militar Juan Ferrer Márquez. De esta forma, el poder político, que desde la semana anterior ostentaba la Comisión Gestora, quedó bajo la autoridad militar del comandante del destacamento. El siguiente informe del comandante Ferrer sobre las actuaciones del maestro Francisco Hortal, en la primera página, da fe de su presencia aquí:

A esta fuerza militar se unieron en primer lugar los falangistas locales armados y algún policía municipal y, algo después, los mismos cuatro guardias civiles que, tres años antes, habían salido del puesto el  22 de julio  de 1936, para pasar al Santuario de la Virgen de la Cabeza donde las fuerzas rebeldes de la Guardia civil allí concentradas resistieron con vigor el ataque durante        meses. Tras la rendición del Santuario fueron enviados a cárceles alicantinas, donde pasaron detenidos el resto de la guerra. Sus nombres, aunque sólo sea por curiosidad y en algún caso relación familiar en Pozo Alcón, son: Rafael Villar, Francisco García, Casildo Ortega y Justo Martínez. Inmediatamente se procedió a la identificación y detención de los enemigos republicanos que más se habían significado y que, en muchos casos sin motivo alguno, fueron acusados de haber participado en el saqueo de la iglesia, en las detenciones y registros de domicilios y, sobre todo, en la detención y posterior asesinato de los huidos de Yeste.

También, en los primeros meses, se organizó la Falange local que, bajo el mando del jefe local, A. Jurado, la componían: Juan Pedro Rodríguez, como jefe de milicias; Jacinto Jurado Torres, jefe de la 1ª Falange; Adolfo Fuentes Díaz, jefe de la 2ª Falange. Otros miembros que componían la Falange como subjefes fueron José Lara García, Eduardo Salazar Padilla, Francisco García García, Esteban Martínez García, Esteban Vela Moreno y Cándido Toral Fuertes. La noticia de estos nombramientos podemos leerla en el diario Ideal del 19/08/1939:

Vemos, según esto, cómo los dos hombres fuertes del nuevo Régimen, en estos primeros meses tras la guerra, fueron Antonio Jurado, como presidente de la Gestora y jefe de la Falange, y Juan Pedro Rodríguez, jefe de milicias.  Otros nombramientos de interés fueron el de José Balaguer, como delegado de Auxilio Social, y José Pérez Sánchez, como delegado de propaganda de la Falange local. Y, finalmente, aunque por muy poco tiempo, fue nombrada como regidora de Prensa y Propaganda la maestra y mujer del cronista MAQ, María Ubalde Gil. La Comisión Gestora provisional estuvo en funciones durante más de un año, hasta el 30 de mayo de 1940, fecha en la que el Gobernador de Jaén nombró una nueva Gestora presidida por Agustín Tirado Jordán.

Además, y fundamentalmente, de la represión y encarcelamiento de los republicanos vencidos, esta Comisión Gestora se ocupó de otros asuntos como el de la devolución de las tierras que se habían confiscado durante la guerra. Se instituyó el Comité de Recuperación Agrícola, que aquí estuvo íntimamente ligado a la Comunidad de Regantes, que había sido fundada en 1936, pero que hasta ahora no había tenido protagonismo alguno, aunque de este asunto  trataremos en otro momento.

 Otra cuestión de la que tuvo que ocuparse la Gestora fue la del dinero republicano. En el mes de mayo se procedió al intercambio de los billetes. Como en todos los pueblos pequeños, desde el principio, empezaron a correr rumores de que los miembros de aquella Comisión se habían quedado con parte del dinero. Lo único que sí es cierto es que la ley franquista que fijaba ese intercambio estaba clara: los billetes emitidos con anterioridad al 18 de julio de 1936 serían cambiados por su correspondiente valor de la moneda franquista; los billetes emitidos con posterioridad a esa fecha no tenían ningún valor. Al finalizar el mes de mayo se habían recogido todos los billetes con valor para ser enviados a los bancos de Jaén y cambiados por los nuevos billetes. En los días posteriores se procedió a la recogida “de todo el papel moneda hecho por los rojos” que, como sabemos, no tenía ningún valor, con la repercusión que eso tuvo en la pobre vida de la mayoría de poceños, que sólo tenían esos billetes.

La gran celebración del triunfo franquista se produjo unas semanas después con la conmemoración del tercer aniversario del 18 de julio. Después de la misa oficiada por el párroco Horacio Moreno Moreno y el correspondiente desfile posterior de falangistas, las autoridades se trasladaron al comedor del Auxilio Social donde se repartió comida a más de cien niños y ancianos. Por la tarde, tras las manifestaciones patrióticas de rigor, la “Regidora de Prensa y Propaganda”, María Ubalde, se dirigió a los asistentes con loas al Alzamiento, al espíritu de la Falange, a la exaltación del Trabajo y a la Cruz de los Caídos “que en Pozo Alcón se había levantado ya”.

Pero fue al día siguiente, el 19 de julio, cuando la emoción y el sentimiento entre los vencedores se desbordaron al traer los restos de los 7 fugitivos de Yeste, asesinados en agosto de 1936. En tres severos féretros, los restos fueron trasladados al cementerio. En el camino, sólo se oía la voz lastimera de la madre de José Fidel Carmona, que había sido “inmolado” en Montoro al principio de la guerra. Ante la Cruz de los Caídos, leyó unas cuartillas necrológicas el delegado de Propaganda de la Falange local, José Pérez Sánchez. Allí mismo, el cronista local recitó sus poemas titulados “El crimen” y “Mártires”. Para finalizar todas estas celebraciones, el día 20, tras la misa por el alma de Calvo Sotelo, continuaron los festejos populares de esos días con verbenas, bailes, fuegos artificiales y veladas musicales. Todo lo cual podemos leer con más detalles en la siguiente noticia publicada en el Ideal de Granada el 29/07/1939.

También fue de gran interés para las nuevas autoridades la cuestión del crucifijo en las escuelas, un hecho de gran valor simbólico. El 20 de septiembre de aquel año se realizó la “Exaltación del Crucifijo en las Escuelas”. Los niños y niñas de las escuelas públicas asistieron a misa con sus banderas y crucifijos, que bendijo el cura párroco, y después marcharon a sus clases donde se efectuó “la reposición de Jesucristo en el templo de la Educación”, según la noticia aparecida en el diario Ideal. De esta forma, los vencedores pretendían volver a instaurar el predominio de la religión en aquellas escuelas que, si recordamos, un informe de la Guardia de Asalto durante la guerra  calificaba “las Escuelas locales de religiosas”.

Todas estas celebraciones eran evidentemente para los vencedores, que así se desquitaban de las penurias pasadas. Mientras tanto, a los vencidos, detenidos muchos, escondidos otros y bastantes prófugos, les esperaba la venganza de aquellos que, con anterioridad y por primera vez en su vida, habían sido humillados como clase social y poder político. De las vicisitudes y sufrimientos de estos derrotados y derrotadas, nos ocuparemos en el próximo artículo.

José Manuel Leal

2 comentario en “Pozo Alcón: La Historia y sus gentes. XLIII

  1. José Manuel,me encantan tus investigaciones
    Me gustaría que las editases en un libro y seria un documento único ,interesante e ilustrativo.
    Gracias por tu investigación y esfuerzo
    Un abrazo

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