CONSEJOS DE GUERRA V
“Pinganote, el Alcaldillo, el Botella, el Lobo y otros”
La matanza del Guadalentín fue, sin ninguna duda, el hecho más grave que se produjo en Pozo Alcón durante la Guerra civil. Por estos actos fueron juzgados numerosos milicianos locales y, en algunos casos, la diferencia de clases entre los mismos derrotados de la República quedaron bien patentes, como evidenció el caso de Julián Cruz García, (a) “Pinganote, y los dueños del molino de los Puentes.
Y, para empezar, vamos a establecer la cronología de este suceso. Los ocho fascistas salieron de Yeste el 29 de julio y llegaron al molino de los Puentes el día 8 de agosto sobre las dos de la madrugada, es decir, diez u once días de viaje. En la misma salida de su pueblo o muy cerca de él se les unió otro falangista, Agradable Podio Ruiz, hecho que desconocían las autoridades franquistas y familiares de los huidos, y que los desconcertó en un principio. Como quiera que uno de los hermanos Lozano Guerrero murió (o ciertamente desapareció) en el viaje, el caso es que al molino de los Puentes, propiedad de los hermanos Prudencio y Félix Monge, llegaron aquellos ocho de los huidos en la madrugada del 8 de agosto. Sobre las dos de la madrugada llamaron a la puerta y les abrió el mozo de servicio Julián Cruz García. Una vez dentro del cortijo, pidieron a los dueños comer y poder descansar; les ofrecieron sólo café y el descanso solicitado. Alrededor de las seis de la mañana, el mozo salió a denunciar el hecho a las patrullas de guardia que había por la zona, según todos los indicios, por orden de sus jefes. El joven Julián Cruz, alias “Pinganote”, da el aviso a dos cortijeros cercanos: a uno llamado Vicente García, alias “Canuto”, cuyo hijo José García Romero, de unos 15 años, alrededor de las siete de la mañana contacta con la patrulla de guardia encabezada por Juan Francisco Moreno Carmona, alias “Botella”, y José Navarro Ruiz, alias “el Cojo de la Gorriona”, que se encontraban por el Canal y quienes realmente fueron los primeros en llegar al cortijo (había otro de guardia, pero estaba enfermo y se quedó debajo de un árbol); y “Pinganote”, (aunque también pudo ser “Canuto”) al parecer dio aviso a otro cortijero, José Iruela Lara, “el Alcaldillo”, el que a su vez contactó con otra patrulla que se encontraba en el lugar denominado La Cuerda, que, encabezada por José Moreno Guerrero, “el Lobo”, la componían además Francisco Gámez Cruz, “Castañetas”; Mariano Fernández Rodríguez, “Mortero”; y Cayetano Iruela Moreno, “el Tano” (en paradero desconocido).También estaba en el grupo Juan Mondragón Rubio (el yerno de Berrio), quien al parecer fue el que vino al Pozo a dar la voz de alarma. Inmediatamente, un numerosísimo grupo de milicianos se dirigió al lugar y, pasadas las ocho de la mañana, se produjo el tiroteo con su fatal desenlace. Antes, Juan Francisco Moreno y “el Cojo de la Gorriona” habían solicitado la documentación a los forasteros y, al llegar la otra patrulla, junto al “Lobo” y “Castañetas”, procedieron a registrar y maniatar a los detenidos con el compromiso de llevarlos ante el Comité local de Pozo Alcón. Estos son los hechos que se pueden deducir de los distintos Consejos de guerra a que fueron sometidos algunos de los milicianos poceños.
Los problemas para Julián Cruz empezaron el 5 de julio de 1939, cuando el padre de los hermanos Lozano Guerrero presenta en Yeste una denuncia por la muerte de sus tres hijos. En ella señala a dos personas (“dos individuos”): a Domingo Rodríguez “el Alpargatero”, juez municipal, como la persona que dio la orden de bajar al río en su búsqueda; y a Julián Cruz García,(a) “Pinganote, al que hace molinero y dueño del molino, como el que había denunciado ante las patrullas de milicianos la presencia de fascistas en el molino. Una acusación probablemente errónea respecto al “Alpargatero”, y totalmente falsa en cuanto a Julián Cruz, quien realmente era el mozo que trabajaba en el molino propiedad de los hermanos Prudencio y Félix Monge. Y aquí es verdaderamente cuando se le complican todavía más las cosas al joven trabajador del molino, quien por aquel entonces tenía 19 años.
Julián Cruz García fue detenido en prisión preventiva en Pozo Alcón el 22 de agosto de 1939 y no hace su primera declaración, en Úbeda, hasta el 23 de abril de 1940.
Queda clara la versión del mozo de servicio: “…a las dos de la madrugada se presentaron en el Molino ocho individuos (…), quienes llamaron(…). A los golpes se despertaron los dueños, Prudencio y Félix Monge, quienes le ordenaron que abrieran. Entraron los forasteros y estuvieron encerrados en una habitación hablando con los dueños”. Continúa afirmando que había sido Félix Monge quien le ordenó que fuera a dar aviso a las milicias de guardia.
Vamos a detenernos en esta primera parte de la declaración de “Pinganote” porque en ella radica el quid de la cuestión, que no es otro que saber si el mozo actuó por propia iniciativa, como van a mantener los dueños del molino, o si fue por orden de alguno de ellos. Y así queda reflejado en el informe que en 1942 emitía el alcalde accidental Manuel Rodríguez Bustos.
Por su parte, los hermanos Monge afirman que los falangistas llegaron al cortijo sobre las cuatro de la mañana y que había sido el mozo el que, por propia iniciativa, había dado el aviso. A este respecto es muy curioso que en ambas declaraciones dijeran al principio que habían llegado a las 7 de la mañana y después, en las dos, corregido a mano, aparece las “cuatro”. El tiempo que pudieran haber estado refugiados allí no es una cuestión insignificante porque si habían estado tan poco tiempo, como afirman los hermanos, sus responsabilidades serían nulas; pero, si habían estado más tiempo y habían sido acogidos allí dándoles café y unos colchones para dormir, en este caso sí podría haber más responsabilidad judicial.
Además de esto, Félix Monge, hermano de Prudencio que era el verdadero propietario, deja caer en su declaración que “Pinganote estaba enfadado con él”, como si éste hubiera sido el motivo por el que el mozo decidió por su cuenta dar aviso a las patrullas. También afirma que “Pinganote” no trabajaba como mozo en el molino, sino que se encontraba allí accidentalmente.
Y todos los testimonios que se recogen apoyan la idea de que Julián Cruz era el mozo del molino y que nunca hubiera actuado por su cuenta. Así se recoge en el informe fiscal.
Julián Cruz García, casado con Antonia Martínez García, padres de una hija, fue condenado, a pesar de todas las pruebas a su favor, a 14 años por un delito de auxilio a la rebelión. Había sido detenido “el 28 de marzo, día de la liberación” y puesto en libertad atenuada el 22 de febrero de 1943. Estuvo en la cárcel 4 años por una falsa acusación. “Los Molineros” salieron indemnes del proceso. Las diferencias de clase.
Vamos a detenernos a continuación en algunos de los más importantes protagonistas de esta historia, y vamos a empezar por José Iruela Lara quien, junto al hijo de Vicente García, (a) “Canuto”, recibieron la noticia de “Pinganote”, la cual transmitieron a las patrullas cercanas.
José Iruela Lara (a) “el Alcaldillo” (o Alcardillo e incluso Arcardillo). Agricultor de 40 años, estaba casado con Francisca García Ruiz con la que tenía tres hijos. Vivían en la calle Nueva. “El Alcaldillo” tenía una huerta (o era el encargado) cerca del lugar de los hechos; transmitió la noticia a la guardia que se encontraba en la Cuerda, formada por los apodados “el Lobo”, “Castañetas” y “Tano”, por allí se encontraban también “Mortero” y el yerno de Berrio quien fue el que trajo el mensaje a Pozo Alcón.
“El Alcaldillo” fue detenido a finales de marzo de 1939 y estuvo en prisión hasta el 25 de marzo de 1941, porque sufría dos procesos a la vez por los mismos hechos, lo cual fue muy frecuente en aquellos Consejos de guerra. Su declaración es muy inteligente: se inventa que habían sido unos “individuos forasteros” quienes le mandaron a dar el aviso, con lo que protegía a quien verdaderamente se lo había transmitido, a la vez que se protegía a sí mismo.
Todos los informes de las autoridades locales y testigos sobre José Iruela son positivos. Y es el caso que “el Alcaldillo” logró finalmente que su invención funcionara convenciendo a los jueces, y así, en el sobreseimiento de su caso, de 6 de julio de 1940, podemos leer: “(…) siendo obligado por unos desconocidos para que avisara a la patrulla roja…”
Hasta el mes de agosto de 1940 no llegó la comunicación de libertad a la prisión provincial de Jaén, pero desde allí escriben que no es posible porque “tiene ratificada la prisión por el Juzgado Militar nº 31 de Cazorla”. Definitivamente, en marzo de 1941 es nuevamente absuelto y puesto en libertad. Total: dos años de cárcel.
Juan Francisco Moreno Carmona: aparece con el apodo de “Botella” y también “el de Daniela”; no obstante, bien podría ser –aunque no podemos afirmarlo con rotundidad- el llamado “Rojo Bolillas”, que perteneció al Comité del Frente Popular y a quien el hijo de “Canuto” identifica así en el lugar de los hechos.
Juan Francisco Moreno no tenía más de 22 años cuando empezó la guerra. Herrero de profesión, casado con Carmen Vallejo Fernández, tenían un hijo y vivían en la calle Huertos nº2. El informe de la guardia civil ya presagiaba su futuro: “(…) elemento peligroso de izquierdas, autor de destrucción de Imágenes, derribó las campanas de la Iglesia y maniató a los ocho falangistas del Río para que los fusilaran, siendo de muy mala conducta”.
En la declaración ante el juez dice: “Que pertenecía a la CNT antes de la guerra y que después fue jefe de un grupo de cinco milicianos encargados de pedir la documentación a los transeúntes. Aquel día se encontraba de guardia con José Navarro Ruiz, “el Cojo de la Gorriona”, y de otro que se encontraba enfermo. A las 7 de la mañana llegó un chiquillo pequeño (…). Fueron el declarante y el Cojo de la Gorrriona y allí se encontraron a ocho individuos a los que se les pidió la documentación y como no las llevaban en regla les dijo que tenía que presentarlos al Comité; uno de ellos le preguntó que si les ocurriría algo, contestándole el declarante que les daba su palabra de honor hasta que comparecieran ante el Comité y que después éste decidiría. En unión del citado Cojo de la Gorriona y de otra guardia entre los que se encontraba “el Castañetas”, los maniataron. Los sacaron del molino con dirección al pueblo y cuando sólo llevaban recorridos unos cincuenta metros vino hacia ellos un grupo numeroso de gente armados con rifles, tercerolas y escopetas, los que dijeron que tenían que asesinar a los detenidos, contestándole la guardia que se tenían que presentar al Comité y ya, sin mediar más palabras, dispararon sobre los ocho detenidos, resultando siete muertos y un herido grave. Que es cierto que uno de los detenidos le entregó un reloj y unos prismáticos. Que marchó voluntario al ejército rojo, ingresando en Baza en la llamada Columna Maroto en la que llegó a alcanzar la graduación de teniente. Conoce su actuación Manuel Gámez Segura y Antonio Jurado”. Pero los dos informes de ellos resulta que son negativos e incluso Manuel Gámez dice que, aunque no sabe que el encartado disparara también, “lo cree capaz de ello”.
Juan Francisco Moreno Carmona fue condenado en noviembre de 1941 a 30 años por adhesión a la rebelión. En diciembre de 1945 solicitó el indulto que el fiscal calificó de no procedente a principios de 1946, aunque a finales de este año es muy posible que ya se encontrara en Pozo Alcón en régimen de libertad vigilada.
José Moreno Guerrero, (a) “el Lobo”. Nació en Pozo Alcón en 1901, tenía pues 35 años al inicio de la guerra. Jornalero, estaba casado con Gertrudis Díaz Soriano y tenían cuatro hijos. En su declaración reafirma la anterior versión del “Botella”: “(…) que se encontraba en el lugar denominado la “Cuerda” y se presentó “el Alcaldillo” a decirles que(…), yendo así hacia el citado el declarante con los demás que componían la guardia, que eran Francisco Gámez Cruz, “el Castañetas”, Mariano Fernández Rodríguez (a) “Mortero” y Cayetano Iruela Moreno, “el Tano” (en ignorado paradero) y allí se encontraron ya a Juan Francisco Moreno Carmona, José Navarro Ruiz, “el Cojo de la Gorriona” y otros que no recuerda”. Continúa relatando los hechos que ya conocemos y finaliza diciendo: “(…) aunque el declarante y los demás que los conducían iban armados de escopetas, ninguno de ellos disparó”.
Continúan los informes negativos sobre este militante de la CNT, hasta que en noviembre de 1940 se celebra el juicio en el que el tribunal sentencia una pena de 30 años de reclusión mayor por un delito de adhesión a la rebelión porque, aunque no hiciera nada por detener la matanza, tampoco se había podido demostrar su participación activa.
“El Lobo” había sido detenido el 29 de marzo de 1939. El 7 de diciembre de 1945 solicita que le sea aplicado un decreto con indulto total concedido para los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939, porque “no cree que en forma alguna se le pueda considerar autor de hechos que repugnen a un hombre honrado, sino que más bien las culpas que se le puedan haber imputado son de carácter eminentemente político y consecuencia sin duda de errores al dejarme llevar de teorías, cuya exacta comprensión no estaba a mi alcance por falta de cultura”. Es ésta una argumentación típica y característica de estos procesos. El fiscal aprueba la procedencia del indulto y José Toribio Moreno Guerrero, “el Lobo”, es puesto en libertad en febrero de 1946. Había estado prácticamente 7 años en la cárcel.
Hasta aquí y con todos estos datos, el lector se ha podido hacer una idea bastante clara de los hechos y circunstancias ocurridos el 8 de agosto de 1936. Nos falta algún Consejo de guerra, como el del “Castañetas”, al que todavía no hemos podido acceder, o más información sobre Cayetano Iruela, “el Tano”, que después de la guerra había desaparecido. Y, por otra parte, nos restan varios Consejos de guerra de otros poceños que fueron absueltos o condenados, de los cuales algunos de ellos murieron en la cárcel. En el próximo artículo, tendremos al menos un recuerdo de aquellos paisanos cuyas penalidades y sufrimientos no debieran quedar en el olvido.
José Manuel Leal
Cuanta historia y muy interesante mu gusta un montón un abrazo 🤗.
Muchas gracias, Francisco. Un abrazo.