CONSEJOS DE GUERRA VI
“LOS DEL FONTANAR” (1ª parte)
En los meses que siguieron al final de la Guerra en Pozo Alcón, es decir, a partir del 28 de marzo de 1939, las detenciones de republicanos de todas las ideologías se fueron generalizando. Camiones repletos de detenidos, después de haber estado un tiempo considerable en las cárceles locales, salían para Cazorla, Úbeda y Jaén de manera frecuente. Así aparece en la novela de Berta Vías, “Yo soy el otro”, sobre el torero nacido en Fontanar, José Sáez: “Su padre y el tío Reyes habían estado presos al terminar la guerra. En la cárcel de Jaén. Nunca habían querido contar nada de lo que les había ocurrido allí. Podían haber ido en alguna de aquellas cuadrillas…”.
Cuadrillas de presos poceños y fontaneros sufrirían la represión en aquellas cárceles inmundas llenas de piojos y chinches, con hambre, frío y miedo, que solía desembocar en una condena más o menos larga. Otros, los menos, después de un tiempo detenidos, fueron absueltos y sus causas sobreseídas en aquellos infernales Consejos de guerra. Y vamos a empezar por los vecinos del Fontanar que la justicia franquista implicó en algún tipo de delito. Disponemos, por ahora, de los juicios de Pedro García Pérez, José Amador Lara, José Martínez Amador, Reyes Gámez Bustos, José Gámez Burruezo, Agustín Gámez Quiñones, Adolfo Salazar Carmona y Juan Antonio Martínez Amador.
Veamos ahora cómo transcurrió en este anejo de Pozo Alcón la Guerra civil a través de los datos suministrados por los Consejos de guerra referidos.
Tras el levantamiento militar contra la República, la Guardia civil del puesto de Pozo Alcón abandonó la localidad y al día siguiente, el 23 de julio de 1936, se produjo una numerosa manifestación de vecinos del Fontanar que llegó al Pozo y encendió la mecha de la Revolución. También sabemos que existió un Comité del Frente Popular del Fontanal (sic), que en 1937 felicitaba al nuevo Presidente del Gobierno, Juan Negrín. También es obvio que se produjeron registros y desarme de personas de derechas por parte de milicianos armados, pero ninguna de ellas llegó a ser detenida, como sí lo fueron los republicanos posteriormente:
Reyes Gámez Bustos, tenía 35 años al inicio de la guerra y era alcalde pedáneo del Fontanar desde 1934. Estaba casado con Valentina Sáez Parras y por aquellas fechas tenían seis hijos, que después aumentaron a ocho. Reyes (el tío Reyes) era una persona instruida, por influencia de su mujer, el cual, además de la representación política del Ayuntamiento en la pedanía, ejercía una gran influencia moral en la Aldea y una autoridad tal que evitó encarcelamientos y posibles derramamientos de sangre, si no hubiera sido por sus activas intervenciones en los primeros momentos de la guerra.
Su proceso parte de una denuncia que otro vecino, Manuel Ruiz López, hace el 26 de mayo de 1939 acusando a “Reyes Gámez Bustos y Directivos de la casa del pueblo del Fontanar”, porque en septiembre de 1936 le fue requisado un molino de aceite “para implantar la Casa del Pueblo”. Además, denuncia los destrozos posteriores realizados en el molino “convertido en un verdadero solar”.
El tío Reyes, que por entonces tenía 39 años, fue detenido varios días después, el 30 de mayo, y niega su participación en los hechos. Con respecto a la incautación del molino, dice que habló personalmente con el dueño y que se le pagó un alquiler; y, respecto a los destrozos, dice que la orden partió de Casiano Cerrillo Casado, que era el presidente del Comité de Pozo Alcón, y que en ese mismo momento él dimitió como alcalde pedáneo del Fontanar en señal de desacuerdo. Fueron acusados de participar en el robo y destrozos de la prensa, cabrestante, caldera, etc. Gregorio Toral, Román García Ortiz, Baldomero Navarro y Pedro Romero, según declara otro de los detenidos, Manuel Cabezuelo Carrión. Y todos ellos serían montados en aquellos camiones, aunque no sepamos nada más sobre sus vicisitudes judiciales. Como tampoco sabemos mucho más del cuñado del tío Reyes también encarcelado, Cristóbal Sáez Parra, padre del torero del Fontanar, casado con Ascensión Fernández, la cual procedía de la Cañada de los Morteros. Y tenemos también esta imagen suya de joven en una fotografía de los años 30.
En la declaración de Reyes Gámez, podemos leer: “que un día que no recuerda le solicitó el secretario de la UGT al declarante hablase con el vecino de dicho anejo llamado Manuel Ruiz López a lo que accedió el declarante con el fin de que alquilara un molino de aceites para establecer la UGT, personándose el declarante en el domicilio de dicho señor, el cual le notificó que no podía alquilarlo ya que tenían que quitar algunos muebles y piezas del molino que estorbaban, marchándose acto seguido el declarante, y próximo a los cuatro días mandó la llave con un hijo suyo llamado Tomás, el cual le notificó que podría disponer de dicho local para poner la Casa del Pueblo. Y al año aproximadamente y encontrándose el declarante en su domicilio, sintió fuertes porrazos en el mencionado molino, personándose seguidamente en dicho local y vio como varios objetos procedentes de las maquinarias habían sido destruidos por orden de Casiano Cerrillo Casado (…) y diciéndoles que quién había ordenado destruir todas aquellas piezas y como le contestasen que si venía a defender al Cura, marchó seguidamente a la Alcaldía y presentó la dimisión por lo que se la accedieron, marchando seguidamente a la casa del citado Manuel Ruiz López a quien le puso en conocimiento de lo que en su fábrica había ocurrido y de la dimisión que presentó como alcalde. Que marchó al Ejército rojo al ser movilizado su reemplazo prestando sus servicios en la 89 Brigada, actuando en hechos de armas por los frentes de Porcuna y Lopera. Personas que pueden acreditar las veracidades de sus manifestaciones D. Agustín Tirado Jordán y Antonio Gómez Montes”.
Quizá sorprenda en esta declaración la pregunta que le hicieron de “si venía a defender al Cura”. Sin duda se trata de una alusión a la anécdota de cuando salvó al cura Horacio Moreno de un intento o simulación de fusilamiento por parte de milicianos forasteros.
Todos los informes que se emiten sobre Reyes Gámez son positivos y, como muestra, veamos el siguiente de la Falange local :
En lo que respecta al guardia civil, los hechos ocurrieron de la siguiente forma. Un grupo de guardia civiles procedentes de Gorafe, perseguidos por milicianos, se dispersaron por la zona. Uno de ellos llegó hasta las cercanías del Fontanar y, cuando ya estaba al alcance de los milicianos del pueblo de Pedro Martínez, decidió entregarse “porque no tenía salvación” a las autoridades municipales. El primero que lo auxilió fue el vecino Adolfo Salazar Carmona, el cual lo llevó ante el tío Reyes. Adolfo Salazar, que también sería juzgado, lo cuenta así en su declaración: “que por el mes de agosto aproximadamente, encontrándose el encartado en unión de su hijo Manuel trabajando en la Cueva del Cura del término municipal de Pozo Alcón, se les presentó un Guardia Civil fugitivo y extenuado que marchaba en unión de otros Guardias más con dirección a Granada con objeto de unirse al Movimiento Nacional y que, al ser sorprendido por los milicianos se diseminaron en distintas direcciones. Que al mencionado Guardia, al objeto de que no fuese reconocido por las turbas como tal, le prestaron un pantalón de pana, unas alpargatas y un sombrero de paja, trasladándolo al Anejo del Fontanar, haciéndole entrega del mismo al Alcalde Pedáneo, Reyes Gámez Bustos, que evitó haciendo uso inclusive de una escopeta se apoderaran de él los milicianos y haciendo entrega del mismo al Comité del Frente Popular de Pozo Alcón”.
Vemos por esta declaración, ratificada por otros testigos, cómo el tío Reyes defendió al guardia aun a costa de su propia vida y lo entregó al Comité local. El guardia, Manuel Romero, sería enviado muy probablemente preso a Cartagena y sobrevivió a la guerra, declarando después como testigo en el juicio de Reyes Gámez Bustos. Pero, mientras tanto, el tío Reyes seguía en la prisión provincial de Jaén. El 10 de diciembre de 1940 solicitaba la prisión atenuada y el 29 de mayo de 1941 se le concede la libertad provisional; pero, una vez más, nos encontramos que desde la prisión de Jaén se responde “que la misma no puede llevarse a efecto por tener la prisión ratificada por el juzgado de Cazorla…”. Se trataba nuevamente de que había dos procesos para el mismo reo y la misma causa, con lo que no fue puesto en libertad hasta dos meses después, el 19 de julio de 1941, absuelto de las acusaciones.
Pasados unos años, el tío Reyes y su mujer Valentina, con sus ocho hijos, marcharon del Fontanar a Santo Tomé. Allí, a partir de 1947, fueron llegando gran parte de la familia de su mujer y algunos otros, como el enigmático “sastrecillo” (Aurelio Lamela Torres), que había llegado al Fontanar y vivía cosiendo de casa en casa. Reyes Gámez Bustos murió el 29 de junio de 1959, a los 55 años, en el que hoy se conoce el cortijo de Reyes, situado en el Cerro de las Albahacas en la campiña de Cazorla, en el término de Santo Tomé, justo donde ocurrió la batalla de Baecula entre el ejército cartaginés y las legiones romanas.
Veamos ahora el juicio al que fue sometido y sufrió otro paisano del Fontanar:
José Amador Lara. El caso de José Amador fue realmente kafkiano, una odisea carcelaria y una verdadera pesadilla para el detenido, que demostraba el sinsentido y ánimo de venganza de aquellos juicios.
José Amador fue hecho prisionero de guerra por las tropas franquistas el 19 de abril de 1938, con 23 años de edad. En su declaración de septiembre de 1938 dice que estuvo en el ejército, por su quinta, en la 124 Brigada Mixta, 27 División, 4º Batallón, 2ª Compañía, y que fue hecho prisionero en Tortosa, desde donde fue conducido primero al Campo de Concentración de Aranda de Duero, para ser trasladado después a la Prisión Central de Burgos y de ahí a la de Valdenoceda. Y así, de presidio en presidio, pasó José Amador el final de la guerra. Sobre él pesaba la única y falsa denuncia de otro prisionero del mismo Campo, Adolfo Amador González, quien lo acusaba de haber destruido imágenes religiosas. Sin embargo, posteriormente se desdice y en su toma de declaración testifical podemos leer: “ PREGUNTADO acerca de cuáles fueron los cargos que al ser interrogado por la Comisión Clasificatoria de Prisioneros y Presentados de Aranda de Duero depuso contra José Amador Lara, CONTESTA: que no los recuerda por no ser cierto cuanto en aquella ocasión dijo, pues lo hizo ante el temor de ser objeto de malos tratos por aquella Comisión”.
Aunque no había ninguna otra acusación -en realidad el denunciante sólo se había referido a “José el Campanero”-, José Amador siguió encarcelado hasta que, ya finalizada la guerra, es enviado (27 de mayo de 1939) desde Valdenoceda a la prisión de Sevilla y finalmente a Jaén, a la prisión de Santa Clara, el 27 de junio de 1940. Hasta aquí más o menos todo normal, pero de pronto aparece otra acusación todavía más ficticia contra él: la de haberse pasado al bando franquista y después vuelto a pasar a las filas republicanas, con lo que incurría en un delito no de cualquier tipo de “rebelión”, sino en el de “traición”, lo que estaba todavía más penado.
Según esta acusación, se habría vuelto a cambiar de bando en Cabeza de Buey (Badajoz). Incluso se presentaron dos testigos del Fontanar quienes dieron prácticamente la misma versión: “…que sabe por referencias de muchachos de la indicada Aldea que estaban junto a éste que fue hecho prisionero por fuerzas Nacionales en las Operaciones de Brunete y una vez depurado y rehabilitado fue incorporado al Ejército Nacional fugándose de su unidad a las filas rojas por Cabeza de Buey y más tarde cogido nuevamente prisionero por el Frente de Teruel…”.
Pero todas estas acusaciones, basadas en rumores, eran totalmente inciertas porque, como ya sabemos, José Amador estuvo detenido en Burgos durante todo ese tiempo, como pudo comprobarse finalmente en las diligencias realizadas entre las distintas prisiones en que había estado. A esta falsa acusación, que tardó mucho tiempo en aclararse, se unió otra presentada por dos vecinos del Fontanar en la que se le acusa de que “…se mostró bastante exaltado hasta el punto de que dicho individuo tomó parte como miliciano armado en guardias, practicando registros en casas de personas de derechas llegando a maltratar de palabra y obra al sacerdote Don Horacio Moreno, que se encontraba refugiado en dicha Aldea y al que quitó una sotana con la que se hizo un abrigo una hermana suya”.
De nada le sirvió que el sacerdote, ya párroco en Santo Tomé, negara los maltratos y el robo de la sotana, ni tampoco una cariñosa carta que le manda a la prisión de Santa Clara “por si pudiera ayudarte ante tus jefes”, porque el 17 de enero de 1942 fue condenado a 12 años por un delito de excitación a la rebelión militar. Al ser una condena menor, el 4 de marzo de aquel año se le concede la prisión atenuada en su domicilio. Había pasado 4 años en campos de concentración y cárceles.
José Manuel Leal
NOTA: Mi agradecimiento, una vez más, a Javier Gámez Guerrero, nieto del tío Reyes, por la información aportada y fotografías que ilustran este artículo.