7 de febrero de 2025

Pozo Alcón a mediados del s.XX

Por su interés social e histórico , además de la gran labor de investigación en la reciente historia de Pozo Alcón, reproducimos el artículo de José Manuel Leal que aparece en el libro de Fiestas de 2.024 .

Estamos en el año 1946: hacía siete años del final de la Guerra Civil española y tan sólo uno del fin de la Segunda Guerra Mundial. El hambre, la cárcel, el frío, la pobreza y el miedo a la represión de los vencedores se cernía sobre la mayoría de la población española y, sin embargo, las condiciones de vida en Pozo Alcón no eran tan terribles porque, al menos, todavía se podía comer. Lo peor estaba por venir con el aislamiento al que las potencias aliadas vencedoras sometieron al régimen franquista y que, como suele ocurrir, repercutió con toda su crudeza sobre la población española más mísera y abandonada de uno u otro bando.

Para acercarnos, aunque sea de manera superficial, a la realidad socioeconómica de Pozo Alcón a mediados del S. XX y a algunos de los individuos que componían esa sociedad, vamos a utilizar dos fuentes: el censo electoral que se hizo en 1946 para el referéndum sobre la Ley de Sucesión del año siguiente; y también disponemos de unas Memorias, todavía inéditas, escritas por Juan Lara Nieto quien, siendo niño, vivió con su familia en Pozo Alcón entre 1945 y 1953: tenía 8 años al llegar y 16 al emigrar a Cataluña. (Quiero recordar aquí que disponemos también de otras Memorias muy interesantes para el conocimiento de esta época, como son las “Memorias de Antonio Carrión Lara”, que se pueden encontrar en internet. Y aprovecho también la ocasión para sugerir al Ayuntamiento la posibilidad de publicar conjuntamente ambas Memorias que aportan dos visiones complementarias de la vida en Pozo Alcón en aquella época).

Y para ponernos en situación, empezaremos por las Memorias de Juan Lara, que nos aporta una visión profunda y crítica de la vida local, y este dibujo realizado por el artista de origen poceño y miembro de la familia Lara, mi buen amigo José Lara Iruela, a partir de una fotografía de 1949:

En esta imagen podemos ver en el centro al guardia civil, Juan José Pérez Rodríguez; a su derecha con sombrero, el guarda rural de la Cámara Agraria llamado Porfirio (“Prisco”); a su izquierda el otro guarda, Antonio Apolinar; en un extremo José Lara Peña, zapatero, y en el otro extremo, su hijo Juan Lara Nieto, a través de cuyos ojos de niño, nos trasladaremos a aquella época. En aquel entonces, habían llegado al pueblo numerosas familias procedentes de otros lugares todavía más pobres, como Gorafe, Cabra del Santo Cristo o Fuensanta de Martos, de donde procedía la familia Lara.

Todo empezó cuando el maestro de música Francisco Milla aprobó las oposiciones y fue nombrado director de la Banda de música de Pozo Alcón, y convenció a Juan Lara, zapatero profesional y excelente clarinetista, para que viniera también a Pozo Alcón. Así lo cuenta  Juanito: “El señor Francisco Milla(…) escribió a mi padre, que era muy buen clarinete, diciéndole que lo necesitaba para ayudarle en la Banda. Añadía en su carta que el pueblo era muy grande, unos nueve mil habitantes, y que sólo tenía un zapatero muy mayor que no daba abasto y que la gente tenía que arreglar sus zapatos en Baza, a 40 kilómetros”.

El padre de nuestro autor aceptó la oferta del maestro Milla y vino a Pozo Alcón desde donde escribió a su mujer “que el pueblo era muy rico, que la propiedad estaba muy repartida y que allí todavía no había llegado el hambre”. De esta forma, en mayo de 1945 llegan y la primera impresión para el niño es bastante negativa, comparada con otros pueblos andaluces blancos, con flores y patios; por el contrario “Pozo Alcón era en aquella época un poblacho grande, feo, pintado de un blanco azulado, las ventanas festoneadas de azul intenso y con pimientos y tomates secos colgando. Las calles estrechas y tristonas, llenas de excremento de caballerías; unas cuantas eran llanas, las más en pendiente pronunciada. Las mujeres hablaban como carreteros, a la más pequeña te llaman “esmayao” y te decían que te fueras a la mierda, que aquí no querían forasteros”. Y sigue a continuación: “En el Pozo no había hambre todavía y aquel verano fue maravilloso. Cada día en la plaza vendían fruta los hortelanos; por 10 céntimos te daban dos melocotones o un racimo de uvas. Había unos panes blancos enormes, pesaban cuatro kilos; los panaderos hacían también unas tortas con aceite y azúcar muy buenas”.

“Aquel verano en Pozo Alcón hubo como una epidemia. Le llamaban la acetona. Los niños morían faltos de líquido, que el cuerpo no les admitía. Cada día enterraban a cuatro o cinco. Recuerdo a un matrimonio de ferreteros que enterraron los únicos dos hijos que tenían el mismo día”.

Inmediatamente Juanito, un niño de grandes dotes e inteligencia natural, fue conociendo y adaptándose al pueblo: “El pueblo tenía varios barrios. El de los agricultores de solera, donde vivíamos nosotros (se refiere a la calle Santa Ana), o el de los señoritos, prácticamente toda la calle principal llamada de Don Antonio Lazo Pacheco. Había también el barrio de la Era Alta, el Barranco y el Carrizalejo; estos últimos habitados por los desheredados de la fortuna. Los niños no iban al colegio, las chicas se ponían a servir muy jovencitas”. Y continúa adaptándose a las circunstancias: “Era una temeridad pasar por alguna de estas calles; se te echaban encima dos o tres y sin venir a cuento te daban una paliza (…). Decidí actuar: me hice muy amigo en el colegio de un gigantón llamado Francisco “el Cepa” y de un sordomudo también muy fuerte llamado Ramón. Cuando íbamos a bañarnos a la Higuerilla, junto al campo de fútbol, iba con ellos. Nadie osaba meterse con nosotros”.

Decíamos antes que en Pozo Alcón el hambre no llegó de una manera lacerante hasta después del año 45 tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Y es a partir de entonces cuando alcanza su punto máximo el estraperlo de productos de primera necesidad e incluso de las cartillas de racionamiento de tabaco. En sus Memorias, Juan Lara con los ojos críticos de Juanito nos describe lo que vivió: “En Pozo Alcón también empezó a acusarse todo: había hambre, nadie socorría a los pobres, el clero se hacía el longui. Las autoridades sólo estaban a favor de los ricos y a los pobres, además de hacerles pasar hambre, se les pegaba. Y continúa algo después: “En Pozo Alcón había una clase social muy extendida, los labradores. Tenían trigo, habichuelas, garbanzos, aceite, de todo. Lo guardaban para que no se lo confiscasen y lo vendían a precios astronómicos; de noche fuera del pueblo hacían sus transacciones. Después, arrieros con mulos y otras caballerías lo llevaban a vender a Úbeda, Baeza o Cazorla.

Por la calle la gente iba mirando el suelo, esperando encontrar una piel de naranja o de plátano. Iban de un lado a otro husmeando como animales famélicos. Yo, cuando llevaba pan en el capazo, si venía alguien, me pasaba a la otra acera y me ponía a correr”.

Sirvan estos fragmentos para situarnos, de manera breve, en la vida diaria de estos años. Pero no me resisto a transcribir una anécdota más para que ustedes también se hagan una idea de quién era este niño: “Un día por la tarde vino a casa el Delegado gubernativo, que tomó las riendas del pueblo cundo se armó la revolución de la harina del racionamiento. Le dijo a mi padre: “Maestro, tenemos un exceso de trabajo en el ayuntamiento y el primer oficial, Francisco Férez, me ha dicho que su hijo Juanito nos podría dar un golpe de mano”. Cuando terminaba el colegio por la tarde iba al ayuntamiento hasta la hora de cenar. Recopilaba documentos, los ordenaba alfabéticamente y dictaba al oficial primero. Por la noche volvía hasta la una(…) Mi padre le dijo a D. Antonio Siles que debían darme trabajo fijo en el ayuntamiento; el hombre le dijo que cuando yo cumpliera 14 años se lo recordara. No fue posible porque al poco tiempo lo trasladaron”.    

EL CENSO DE 1946

Pozo Alcón era muy distinto entonces al que conocemos hoy: el casco urbano mucho más pequeño y una población mucho más numerosa. Salir por sus calles era un continuo movimiento de mujeres y hombres, de niños y animales.

Según el INE, Pozo Alcón contaba con 8170 habitantes, de los cuales 4269 formaban el censo electoral. Si tenemos en cuenta que la edad mínima para votar entonces era de 21 años, podemos decir que prácticamente la mitad de la población era menor de esa edad. En cuanto a las profesiones, la absoluta mayoría de hombres figuran como “Del campo” y las mujeres, “Sus labores” (es decir, casa, hijos, marido y campo). Se trata de aquellos pequeños propietarios o arrendatarios de un mínimo terreno, los pegujaleros antiguos, que apenas daban para la subsistencia. Los ciudadanos con derecho a voto de todo el término municipal se distribuían en dos distritos que, a su vez, se dividían en tres y cuatro secciones respectivamente:

El distrito 1, Sección 1ª estaba compuesta por la calle Nueva, José Antonio (actual Plaza de Andalucía), Lazo, Santa Ana y Generalísimo (Plaza de la Constitución). A excepción de la calle Nueva, donde vivía buena parte de los 586 electores, las demás calles es lo que popularmente se conoce como “el Hueco”. En ellas estaban los labradores, que vivían holgadamente de sus tierras; propietarios, verdaderamente ricos en el pueblo; comerciantes, barberos, sastres, e industriales, entre ellos la única mujer que aparece como tal en este censo es Concepción Monge Gámez, viuda de 39 años, en la calle Lazo, Pacheco y Martínez, que fue su nombre originario. En la calle Nueva, la más larga del pueblo, que entonces iba prácticamente desde el Camino Real hasta la Cuesta de Amalia, habitaban herreros, como por ejemplo Serafín Alcolea Reche, que vivía en el nº 194; albañiles; muleros; tratantes de ganado y campesinos.

El distrito 1, Sección 2ª la componían 621 electores distribuidos por las calles Manuel Segura (actual Las Parras), Carasoles, Barranco, Flora, Camino Real, Cabero y Cantón. Por esta zona vivían, además de la mayoría campesina, algunos panaderos, comerciantes e industriales y la farmacia de Jesús Mayol Mezquita, sobre todo en la calle Manuel Segura.

Distrito 1, Sección 3ª, compuesta por 605 electores, ocupaba la calle Gila, Médel, San Sebastián, Catedrático Valero (actual calle La Venta), Don Manuel, Monge Avellaneda, Iglesia, Hierro y Ballesta. Alguna de sus calles, sobre todo la de Monge Avellaneda, completaban el centro del poder en el pueblo. Por ejemplo, en esta última calle vivían el párroco, Máximo Marín Dengra o el maestro Antonio Díaz. Los demás desarrollaban los oficios tradicionales.

Distrito 2, Sección 1ª, 604 electores, distribuidos por las calles Aire, Cerro, Molina y Pósito, que era la calle de la Guardia Civil; en el número 9, en el cuartel, vivían 8 guardias civiles, la mayoría con sus respectivas familias; aunque, esencialmente, era el barrio de los arrieros, los últimos arrieros de Pozo Alcón. La absoluta mayoría vivía en la calle Aire y nos encontramos con la única mujer que aparece como arriera, Joaquina Perea López. En este censo aparece un total de 20 arrieros.

Distrito 2, Sección 2ª, 609 electores, la formaban las calles Santo, Ramón Higueras (actual calle Tosca), Plato, Afuera, Huertos, Matadero, Malla, Fuente y Carretera, que es la actual Avenida de Jaén y que por aquellos entonces se estaba poblando.

Distrito 2, Sección 3ª, compuesta por 642 electores. Esta Sección incluye a vecinos que vivían en la Sierra, en el río, en las Cuevas amarillas, Molinillo y, sobre todo, las calles Carrizalejo y La Ñora, estas dos últimas calles habitadas también por una mayoría de campesinos pobres.

Distrito 2, Sección 4ª, se ocupaba de los habitantes del Fontanar y estaba compuesta por 602 electores, distribuidos por las calles Fontanar, Loma Mesa, que se distingue del cortijo La Mesa, Coto de Cuesta Blanca y las Cuevas del Salgar. Tan sólo se registra un elector en las Cuevecillas. Respecto a las Cuevas del Salgar, situadas hacia el río Guadiana Menor, en el suroeste del término municipal, habitaban un buen número de poceños, que allí malvivían. El nombre puede deberse o bien a su relación con la sal, lugar donde los animales comen sal -hipótesis por la que me inclino-  o bien se podría relacionar con la existencia de sauces.

 La aldea del Fontanar era muy pobre y tan sólo figuran 7 labradores, es decir, personas que se mantenían con su propia hacienda. Los demás, además del campo, muchas sirvientas, un cartero, varios molineros y dos maestros, Manuel Gómez Vargas y Esteban Quiñones Gómez. El nivel de analfabetismo era altísimo, como ocurría en todo Pozo Alcón.  

Para finalizar esta visión sobre la realidad poceña a mediados del S. XX, con todas las calles que entonces había, lo haremos a través de las impresiones de Juanito Lara en la primera feria que pasó en el Pozo:

La banda de música en los años 60. A la derecha, sentado, Pepe el zapatero, hijo de José Lara y hermano mayor de Juan Lara, padre del dibujante

Llegó la Fiesta Mayor el día 3 de septiembre. Allí la llaman la Feria ya que aprovechan para la compraventa de animales de carga, cerdos, cabras u ovejas. Salió la Banda de música tocando un pasacalles del maestro Cebrián llamado “Rodríguez Miguel” (…). La Feria era una delicia: casetas de turrón, de churros, de juguetes, las calles adornadas con bambalinas de colores. Recuerdo que había un puesto de bebidas alcohólicas y si metías el aro en el cuello de una botella, era para ti. Lo probé y me tocó una botella de anís”.

Eran otros tiempos, pero a pesar de las penurias, los poceños y poceñas de entonces, como seguro lo harán ustedes, también querían divertirse en estas fiestas de Santa Ana.

¡Felices Fiestas!

                                                                     José Manuel Leal

8 comentario en “Pozo Alcón a mediados del s.XX

  1. Muy buenas,
    deseo felicitar al autor del artículo por brindarnos esta perspectiva de la sociedad poceña vista a través de la mirada infantil de mi tío Juanito que, como adulto, plasma su recuerdo lleno de sentimiento y emoción. También le quiero dar mi enhorabuena por incluir junto al texto la magnífica ilustración de mi primo Pepe Luis quien, con su gran talento artístico, nos muestra a las personas que vivieron esa época complicada, entre ellos mi abuelo José y mi tío Juanito, y bien pueden representar al conjunto de los habitantes de Pozo Alcón.
    De igual manera, la fotografía que encabeza el texto, con mi tío Pepe junto a los músicos de la banda, me parece una bonita estampa de la celebración de las fiestas.
    Y como de las fiestas trata el artículo, quiero explicar como viví yo mi primera feria de Pozo Alcón. Recuerdo el taller de mi tía Constanza Fuentes, profesora de corte y confección, situado en la calle principal del pueblo, con una ventana enrejada que daba al exterior. Allí, las jóvenes «oficialas», (así se las llamaba), entre risas y canciones, se afanaban por terminar los vestidos que debían lucir las mujeres del pueblo durante las fiestas y en la verbena. A mí me daban un trozo de tela para que diese puntadas y me entretuviese porque sólo tenía cinco años…¡Todo era un ir y venir de señoras en el probador ! Y mi tía tomándoles medidas para diseñarles el vestido perfecto para la ocasión. Venían de todos aquellos contornos para que Constanza las «vistiese».
    De tanto en cuando, las muchachas se asomaban a la ventana y exclamaban alborozadas por la presencia de los feriantes. Me acuerdo del nombre de dos de ellas: Iluminada y Encarnita. A veces tenían que hacer algún recado fuera del taller y me llevaban con ellas y me enseñaban como iban montando las paradas de turrón, juguetes, camarones…A mí me llamó mucho la atención lo de poder comer turrón sin ser Navidad. ¡Y los camarones! Jamás había visto nada igual. Los servían en cucuruchos de papel y mis padres los celebraban como algo exquisito. Y lo que ha quedado en mí para siempre de aquella primera feria es el sabor de los churros mojados en café que mis padres tomaron de madrugada y me dejaron probar.
    Luego vinieron más ferias. Mi tía siguió con su costura y llegó a hacerles los vestidos a los gigantes y cabezudos. Recuerdo a Francisco el Sastre, llamado Francisquillo, con su sastrería «La Confianza», también atareado para tener listos los encargos para esas fechas tan señaladas. Recuerdo a unas niñas de las que me hice amiga cuyos padres tenían una relojería (Nicolás Moreno se llamaba el establecimiento) y que cada año me prestaban su vestido de «gitana» para que yo también fuese a la feria vestida como ellas.

    Y por último, recuerdo una representación de teatro a la que asistí en un día de feria. Era una obra de concienciación social que trataba sobre los problemas del campesinado andaluz …Yo era una niña, pero en mí se quedó resonando, como el sabor de los churros con café, una frase que años más tarde comprendería: ¡La tierra es para quien la trabaja!.

    He vivido algunas ferias de Pozo Alcón. Las últimas con mucho sabor a Sevillanas. Me he divertido en ellas. En su día, descubrí un mundo nuevo que en mi Cataluña natal desconocía. Y también en una feria de Pozo Alcón, a través del teatro, germinó en mí lo que podríamos llamar el despertar de la conciencia social.

    La feria da mucho de sí…

    Saludos y Buenas fiestas.

    1. Muchísimas gracias, Encarna, por su amable comentario y, sobre todo, por la cantidad de información y emociones que nos aporta en sus recuerdos de la Feria. Muchas gracias.

    2. Hola Encarna

      Soy una de esas niñas de la que te hiciste amiga , hija de Nicolás el relojero . Que alegría me ha dado leer tu comentario y que te acuerdes de nosotros .
      Yo también recuerdo aquella época con muchísimo cariño . Un fuerte abrazo

      1. Hola Maricarmen

        ¡Qué ilusión y qué alegría saber de vosotras! En aquella época no existían las redes sociales pero cultivábamos la amistad, en la distancia, a través de cartas y obsequios que nos enviábamos. Conservo unos pendientes que me regalasteis. También tengo una fotografía vestida de «gitanilla» con un traje rosa de lunares blancos que era tuyo o de una de tus hermanas (erais tres y la pequeña se llamaba como yo, Encarnita). Mi madre y mi tía Constanza me llevaron a hacerme la foto a un fotógrafo que se llamaba Sacristán.
        Y es que yo estaba muy ilusionada con lo de vestirme de volantes pero esos vestidos eran muy caros…y gracias a vuestra generosidad pude disfrutar la feria vestida de «gitana».
        Como he dicho antes, estuvimos un tiempo escribiéndonos pero nunca más nos volvimos a ver…Creo recordar que un verano, al ir a Pozo Alcón, no estabais, os habíais ido a vivir a otro pueblo… Y mira, la feria nos vuelve a juntar ¡Qué ilusión!

        Un abrazo muy fuerte para las tres.

        1. Hola Encarna

          Muchísimas gracias por tu comentario y por recordarnos con tanto cariño . La ilusión de este reencuentro es mutua . Gracias a las redes sociales pero sobre todo mil gracias al Sr. José Manuel Leal porque su escrito nos ha vuelto a unir .
          Te dejo mi correo electrónico por si quieres contactar conmigo directamente , me encantaría .

          littlekids2@hotmail.com
          Facebook : Maricarmen Moreno

          Un fuerte abrazo

    3. Muchas gracias por tu comentario, prima Encarna. 🙂 Yo soy Esther Lara, hija de Juan Lara Nieto, que tiene ahora 87 años y sigue viviendo en Vic (Barcelona) adonde llegó en 1953 y donde nacimos sus 3 hijos. Gracias también por el artículo al sr. José Manuel Leal, acabamos de leerlo con mi padre.
      Tomo prestada la idea de que el ayuntamiento edite conjuntamente las memorias de mi padre y del sr. Carrión.
      Aquí les dejo mi correo electrónico por si desean contactar conmigo: elarasuri@gmail.com

      Felices Fiestas!!

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