LA II REPÚBLICA: SOCIEDAD Y CULTURA (II)
Por José Manuel Leal
Transcurría el año 1934, tercer año de la República, y casi todas las fuerzas políticas españolas, tanto de derechas como de izquierdas, conspiraban contra ella, lógicamente por motivos bien distintos: unos consideraban que las reformas iniciadas en el “bienio reformista” habían llegado demasiado lejos; los otros creían que el gobierno de derechas que había ganado las elecciones de 1933 abocaba al país hacia el fascismo. De esta forma, se produjo una revolución armada contra el gobierno: es la revolución de octubre de 1934, más conocida como la revolución de Asturias, no porque no tuviera un ámbito nacional, sino porque sólo en Asturias triunfó en un principio. En Pozo Alcón, desde el primer momento, cinco días después del inicio de la revolución, el Ayuntamiento del Partido Radical tomó posición, según podemos leer en el siguiente acuerdo de fecha 10 de octubre de 1934, que dice: “Y últimamente se acuerda elevar al señor presidente del Estado y Consejo de ministros la más enérgica y contundente protesta por el movimiento revolucionario sentido y a la vez ofrecer con la lealtad más caracterizada el apoyo y defensa del régimen constituido, contra estos hechos vandálicos”.En fechas posteriores, el Presidente, Alejandro Lerroux, será nombrado “ciudadano de honor” de la localidad.
Antes de estos hechos, en Pozo Alcón, el Ayuntamiento presidido por Juan Rodríguez Moreno, que había sido elegido democráticamente el 31 de mayo de 1931, fue disuelto en su totalidad el 12 de agosto de 1934 por irregularidades que afectaban por un motivo u otro a prácticamente todos los concejales, por haberse contratado a familiares para puestos en el Ayuntamiento. El delegado gubernativo nombró a varios concejales interinos, ninguno de los cuales se habían presentado a las anteriores elecciones. En principio se nombró alcalde a David Quiñones Moreno, quien dimitió por razones de trabajo y fue sustituido, el 15 de agosto de 1934, por Lucas Martínez Cerrillo, que lo fue hasta 1936. Y la primera decisión que tomó la nueva Corporación fue el cese de los guardias municipales, incluido el que apodaban “Góngora”, y repuestos en sus funciones al que había sido cabo del ejército, Andrés García Martínez, y a Faustino Moreno Moreno, además de nombrar también para ese cargo a Andrés Limonche García. En esta misma reunión, aparece también el programa del Partido Radical, que textualmente dice:
“Y últimamente se dio cuenta del programa a desarrollar por el Partido Radical durante su actuación en el Ayuntamiento:
- Que se acuerde celebrar sesión extraordinaria para poder ofrecer casas para la Estafeta de Correos y para la Estación de Telégrafos y Teléfonos y los muebles de oficina.
- Acordar pedir manden cuanto antes un Cartero del Cuerpo de Correos a esta localidad, ya que debe ser como en todos sitios servicio del Estado y no del Ayuntamiento.
- Acordar pedir a los poderes públicos y a nuestros Diputados por la provincia la terminación de la carretera de Torreperogil a Huéscar.
- Acordar pedir a don José Acuña el cumplimiento de su promesa del arreglo de las calles con asfalto desde la carretera nueva a la terminación de la calle del Barranco.
- Acordar pedir al Estado la construcción del Pantano por su cuenta.
- Acordar pedir la conducción de Correos por Quesada sin perjuicio de que pueda también hacerse por la establecida con Baza.
Los señores de la Corporación ven con agrado y satisfacción este programa el que ofrecen ir cumplimentando toda vez que redunda en los intereses generales y mejoramiento de la población”.
Como podemos leer, se trata de un concreto y ambicioso programa que recogía las grandes reivindicaciones históricas de Pozo Alcón. A manera de resumen, diremos aquí que ni la Estafeta de Correos ni el teléfono se consiguieron hasta después de la Guerra Civil, en la década de los años 40, aunque se hicieron distintas gestiones para ubicarlo en la calle Tosca, entonces llamada calle de Ramón Higueras. En cuanto a las comunicaciones, volvemos una vez más a lo que escribía Óscar Bustos en su artículo de 1935:
“Pozo Alcón (…), hasta hace un año, ha estado completamente incomunicado con el resto de la provincia, con la que hoy nos comunicamos gracias a haberse abierto el tráfico del tercer trozo de la sección del Santuario de Tíscar, al límite de la provincia, de la carretera de Torreperogil a Huéscar, en cuyo trozo y sobre el arroyo de Cuenca se encuentra un magnífico puesto de cemento armado, verdadero alarde de ingeniería, cuyo proyecto y construcción se debe al culto ingeniero don José Acuña” (Es decir, que el puente que hoy conocemos como deHinojares se inauguró en 1934). Y continuaba Óscar Bustos:“En la actualidad, se construye el cuarto de dicha sección, faltando para dar por terminada esta carretera, cuya construcción comenzó hace unos 60 años, el trozo quinto que ha de llevar un puente sobre el río Guadalentín al que servirá de base el muro de contención del pantano”.
La referencia al futuro pantano, junto al punto 5 del programa del PR en el Ayuntamiento en que se pedía que éste corriera a cargo del Estado, nos sirve para introducir este nuevo tema. En el mismo artículo ya citado, podemos leer: “Hoy entretiene la atención de los agricultores y es tema de las más variadas opiniones, la constitución de una Comunidad de regantes y, como consecuencia de ella, la construcción de un pantano, cuyo proyecto se debe al ingeniero señor Avellán”.
Efectivamente, la Comunidad de regantes se constituyó en 1936, pero este primer pantano no pasó de ser un simple proyecto que el ingeniero Avellán había imaginado y propuesto tras su visita para mediar en uno de los muchos enfrentamientos que se habían producido entre los regantes de Pozo Alcón y los de Cuevas del Campo, dadas las múltiples deficiencias que el antiguo Canal de Iturralde presentaba. La siguiente noticia, aparecida en el periódico El Socialista el 16 de agosto de 1933, da fe de estos enfrentamientos:
Por su parte, el diario El Defensor de Granada, de 21 de agosto de 1933, informaba de la visita del delegado Avellán: “El ingeniero de la Mancomunidad del Guadalquivir, señor Avellán, que estuvo en Pozo Alcón y Cuevas del Campo, como inspector, y para dirimir una cuestión de riego planteada entre ambos pueblos, anticipó el contenido del informe que va a formular, en la visita que hizo al gobernador civil”.
¿Y cuál era “el contenido” de este informe? Pues simplemente dar por finiquitado el sistema de riego del ya obsoleto Canal de Iturralde y construir un pantano por cuyo muro de contención transcurriría la carretera. Dos años después, en mayo de 1935, el mismo diario daba casi por hecha la obra a falta de que se siguiera presionando. El pantano tenía ya incluso nombre: el Pantano de la Herradura. Sin embargo, todo quedó en un proyecto ya que, como sabemos, el definitivo y actual pantano de la Bolera y puente sobre el río Guadalentín no se construyeron hasta la década de los 60.
LA BALSA DE AGUAS
Uno de los mayores problemas del pueblo era, por esta época, y lo ha sido hasta hace pocas décadas, el de la falta de higiene y ornato en general, además de empinadas calles de tierra o mal empedradas, sin ninguna regularidad. Algunas obras en las calles se habían hecho bajo el mandato de Manuel Quiñones Carmona y se habían seguido haciendo con Juan Rodríguez Moreno, con los fondos llegados para paliar el paro obrero, pero la vista general del pueblo era muy lamentable y todos los edificios públicos, como escuelas, cuartel de la guardia civil, iglesia, etc., estaban prácticamente en estado de ruina; sólo el Ayuntamiento había sido recientemente reformado. Y, en este estado de abandono, el mayor problema parecía ser el de una gran balsa de agua, situada “en la parte baja del caserío al final dela calle Lazo, que es lo primero que ven los forasteros que llegan a nuestro pueblo”. Esta balsa, con cientos de años –muy probablemente desde los orígenes del pueblo- recogía las aguas sobrantes de las fuentes públicaspara regar la zona de los huertos. Con el transcurso del tiempo, la balsa y el entorno estaban en una situación lamentable. Así nos lo describe el cronista MAQ en 1925: “Hemos visto, sí, lo que venimos viendo desde que empezó nuestra vida: la falta de un servicio municipal de limpiezas y el atentado a la higiene y al adecentamiento urbano que representa en su final la calle amplísima y hermosa que primero ven los forasteros que llegan a nuestro pueblo. Nos referimos al depósito que con el sobrante del agua de las fuentes públicas se forma en la parte baja del caserío al final de la calle de Lazo, Pacheco y Martínez, y sobre el cual tienen propiedad escriturada los poseedores de las tierras más fértiles y ricas de nuestro término. El citado depósito, por culpa de las autoridades locales de todos los tiempos, no está en condiciones higiénicas, ni decentes siquiera, y es un vertedero de las inmundicias y residuos que arrojan los vecinos. Además, estando el cauce descubierto, la calle queda convertida en un lavadero público, que utilizan a diario las mujeres, ejecutando la limpieza de las ropas y enseres”.
Después de muchos informes sanitarios que avisaban del peligro para la salud, y muchos enfrentamientos entre los que podían usar la balsa para sus tierras y los que no, por fin, en 1933, la balsa fue destruida, pero el remedio fue peor que el problema porque las aguas que allí se recogían, ahora se empantanaban produciendo un gran barrizal y un depósito de desechos. Este fue uno de los 28 motivos por el que fue destituido el alcalde Juan Rodríguez. La solución que propuso el nuevo Ayuntamiento fue “muy sencilla”, según podemos leer en otro acuerdo municipal, que dice: “De igual modo se acuerda que con el fin de evitar que en el lugar de la Balsa desaparezca el foco de inmundicias existente, y que sirva de paraje para ciertas y determinadas necesidades en contraposición a la Higiene y la Moral, se procederá por cuenta del Ayuntamiento a levantar unos tabiques, que con su construcción se evitaran aquellos males”.
No disponemos de ninguna imagen ni plano de la balsa, pero sí información del caudal de agua que recibía, que era de unos 20 litros por segundo, renovándose ésta dos veces al día. Según esto, debía de ser una balsa enorme situada desde el lugar que ocupa el actual mercado de abastos hasta más abajo. Quizá la siguiente fotografía realizada por el fotógrafo local Andrés García, a finales de los años 40 o principio de los 50, pudiera acercarnos a aquella realidad, y la fuente que aparece ser el último vestigio de aquella histórica balsa.
José Manuel Leal
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