LA II REPÚBLICA: SOCIEDAD Y CULTURA (III)
Por José Manuel Leal
Una cuestión bastante compleja y más debatida por los especialistas de uno y otro signo ideológico es, sin ninguna duda, el de la relación que hubo entre la II República y la religión, es decir, la Iglesia católica. No es éste, lógicamente, el lugar y momento para ocuparnos de estas difíciles relaciones, por lo que tan sólo expondremos unas cuantas ideas y hechos básicos. Para ello, lo primero que hay que tener en cuenta es que para los partidos republicanos y para los socialistas, que entonces componían la mayoría, era una idea básica la separación total de la Iglesia y el Estado. Por poner algunos ejemplos, nos referimos a la enseñanza, que se venía identificando desde siempre con la doctrina católica y más concretamente desde la conocida como Ley Moyano de la Educación. Nos referimos también a otras cuestiones como la del matrimonio o el divorcio, que hasta entonces habían sido competencia exclusiva de la Iglesia. También hemos de considerar que en la Constitución republicana de 1931, en su artículo 3, queda establecido que “El Estado español no tiene religión oficial”; a esto se refería el presidente Azaña cuando decía que “España ha dejado de ser católica”. Diremos, por último, que las manifestaciones públicas de religiosidad, como la Semana Santa, no fueron prohibidas por la República, sino que quedaron bajo la autorización gubernativa o local –en nuestro caso la Alcaldía- que podía autorizarlas o no en función de los posibles disturbios que pudieran producirse, porque en esta cuestión toda la sociedad estaba radicalmente polarizada.
Hechas estas consideraciones, veamos ahora cuál era la situación en Pozo Alcón. En cuanto al clero, tras la muerte del párroco Ambrosio Tamargo Fuentes en 1929, las autoridades locales y representaciones religiosas habían solicitado al Cardenal Arzobispo de Toledo que fuera nombrado el entonces cura ecónomo de Pozo Alcón, Manuel Alejo Vallejo. No debió de considerarlo así el Arzobispado, pues es Francisco Carrillo quien figura como párroco en 1931. Algo después, será nombrado Andrés García Asenjo, que fue el párroco durante la Guerra Civil. Sobre él existe una tradición oral según la cual una familia gitana poceña, de apellido García, lo escondió en su cueva en los primeros días de la guerra hasta que fue localizado por los milicianos. La tradición parece muy verosímil porque en un artículo de 1938, en el diario falangista Patria, un miliciano poceño hecho prisionero en la línea del frente granadino Tózar-Limones así lo atestigua también, como veremos en su momento oportuno.
La primera referencia escrita que tenemos sobre actos religiosos en esta época es de un acta municipal del 1 de septiembre de 1931, es decir, dos días antes de la feria. El acta del Ayuntamiento, presidido por Juan Rodríguez Moreno, dice textualmente: “A continuación el señor Bustos, por la Comisión de festejos para la organización de los que se celebran estos días 3 y siguientes de septiembre, informa de los programas ideados y que no se imprimirán por falta de tiempo y pregunta si en definitiva se celebrará fiesta religiosa o no y se acuerda que celebre con la misma solemnidad que en años anteriores, pero sin sermón. Así se autoriza a la Comisión para encargar una arroba de dulces y bebidas necesarias para los acostumbrados obsequios”.
En cuanto a la Semana Santa, de gran tradición en Pozo Alcón, no llegó a celebrarse en 1932, aunque sí hubo una “procesión” de católicos sin clero ni imágenes. Se celebró con varios problemas de orden público en 1933 y, sin ningún problema que sepamos, en 1934 y 35. Tampoco hubo procesiones de Semana Santa en 1936 tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones generales de febrero y el nombramiento del nuevo alcalde, el socialista Antonio Lara Iruela.
Para acercarnos a la cuestión religiosa durante la II República en Pozo Alcón, contamos con tres fuentes de información y las tres son de hombres de derechas, por lo que sus apreciaciones son claramente parciales. No obstante, sí observamos distintos análisis, casi contradictorios, entre lo que escribe Óscar Bustos, en 1935, o lo que escribe Manuel Antiñolo Quiñones en 1940; la tercera fuente es la de Santos Torres Antiñolo en el libro de Manuel Moreno ya citado en otras ocasiones.
Para Óscar Bustos, en el artículo al que ya nos hemos referido con anterioridad: “En el orden religioso, sus habitantes son en su totalidad católicos, no ciertamente muy practicantes, pero sí de un profundo y ancestral sentimiento religioso. Buena prueba de ello es que en estos años de tantas claudicaciones no solamente no se ha herido en lo más mínimo este sentir, sino que se han conocido las mayores explosiones de fe popular”. Como podemos ver, para Bustos, en la misma línea de todo su artículo en el que se resalta la tranquilidad y convivencia en el pueblo, no había habido hasta entonces especiales problemas en este ámbito.
Mucho más vehemente, y totalmente marcado por la reciente Guerra Civil y triunfo del franquismo, se muestra el cronista MAQ en un artículo publicado en el periódico Ideal el 23/03/ 1940. He aquí sus recuerdos:

Otros detalles complementarios de esta Semana Santa de 1933 nos los aporta Santos Torres en los años 90, en el libro ya citado: “El Ayuntamiento autorizó la celebración de las tradicionales procesiones de Semana Santa. Un grupo numeroso de personas se manifestaron y confluyeron con actitud agresiva ante el domicilio del alcalde, Juan Rodríguez, que vivía en la calle Maya (actual Malla). El Alcalde, ante esta actitud, solicitó la presencia de la Guardia civil. El cabo y cuatro números, obedeciendo el requerimiento del alcalde, acuden al lugar de los hechos y hacen replegar a los manifestantes, hasta la plaza de Esteban Torres Antiñolo, donde se ubica la iglesia parroquial. El sacerdote, don José, y el sacristán, Nicolás Quesada, se sitúan en las puertas del templo, en actitud decidida de impedir por cualquier medio la posible invasión de la iglesia”. Y continúa Santos Torres relatando la llegada de la Guardia civil de Zújar a caballo y la salida de la procesión en su recorrido habitual, sin más signos de violencia, después de aquella tensa situación.
Y siendo la cuestión religiosa un gran problema social, sin duda no era el único, como ya vimos respecto a la higiene y limpieza del pueblo o el alto nivel del paro obrero, que a veces se paliaba con obras municipales, como arreglo de caminos y calles, y otras, con la caridad pública. Por ejemplo, en un acta de 19 de diciembre de 1934 podemos leer:
“Por la Presidencia se dio cuenta cómo en virtud del acentuado temporal que se viene experimentando, el bracero pobre y sus familias están pasando por un trance de hambre y necesidad tal que casi les hace insoportable la vida, y en este estado y ya que las quejas de esta humilde clase no han tenido traducción pública, proponía a los señores de la Corporación se tomara acuerdo para iniciar una suscripción pública encabezada por el Ayuntamiento y con los recursos que se recaudaran llevar a los hogares de estos pobres necesitados algún consuelo de pan o especies para el próximo día de año nuevo”.
Por otra parte, resulta también muy curioso observar, a manera de anécdota y aunque hoy pudiera parecernos sorprendente, cómo el tráfico de automóviles empezaba ya a ser un grave problema. Hasta tal punto, que el Ayuntamiento decidió en 1934 poner unos carteles “escritos a mano” para colocarlos en las dos carreteras de entrada del pueblo, advirtiendo a los conductores. Y el maestro Antonio Díaz Carmona pedía también al Ayuntamiento que se pusieran carteles avisando de zona escolar en la calle del Santo. Y todo esto teniendo en cuenta que había muy pocos automóviles y algunas camionetas. Tenía coche el médico, Antonio Fajardo, quien sufrió dos accidentes de circulación casi consecutivos cerca de Guadix; también tenía coche José Guerrero Carmona, al que le fue requisado en agosto de 1938. Además había un servicio de viajeros, que poseía su hermano, Tomás Guerrero Carmona desde 1930 -tras la renuncia de la empresa de Simón Maestra- entre Baza y Pozo Alcón. Y aquel mismo año eran multado con 100 pesetas José Gutiérrez Funes, sin duda hermano del alcalde delegado Julio Gutiérrez Funes, “por realizar transportes en camioneta sin autorización de la Junta provincial de Transportes”; y también lo era Eustaquio García Avellaneda (muy probablemente hermano del soldado poceño, “héroe de Matacán” en Cuba) como dueño de camioneta dedicada al servicio de transporte de mercancías sin la autorización correspondiente.
Y, para finalizar, otros dos datos curiosos. En 1933, un miembro de la familia Lidueñas, hermano del administrador de la Sociedad Lazo, Pacheco y Martínez, y con antecedentes penales, era detenido según podemos leer en el periódico El Defensor de Granada, de 17 de julio: “Por la Guardia civil de Zújar han sido detenidos en Cuevas del Campo Lorenzo Lidueñas Campoy y Juan José Díaz Ibarra, el primero por atribuirse el cargo de encargado de administrar el agua de riego del Canal de la Sociedad Lazo-Pacheco y que riega la vega de Pozo Alcón y la de Campo Cámara (sic), dedicándose a poner multas por su cuenta por aprovechamientos de agua a infinidad de vecinos sin estar autorizado para ello, cobrándolos dichos dos individuos en metálico y otras en ganado o especies distintas llegando a amenazar a alguno con una escopeta el Lidueñas y amenazando a los que se resistían a abonar las dichas multas con el juzgado o la Guardia civil para detenerlos”.

Por último, reseñamos aquí que en 1934 nacía Francisco Guerrero Cárdenas “Guerrerillo”, el único futbolista poceño que ha jugado en Primera División. Se inició en las categorías inferiores del Granada Club de Fútbol; en su demarcación de extremo derecho, el delantero se convirtió en uno de los grandes ídolos de la afición y uno de los artífices del ascenso del Granada a la máxima categoría en 1957. Posteriormente, fichó por el Valencia para finalizar en el equipo del Elche, con el que jugó otras cuatro temporadas, logrando también el ascenso a Primera División.
José Manuel Leal
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