20 de marzo de 2025

Pozo Alcón: La Historia y sus gentes. XXVII

EL SIGLO XX : INTRODUCCIÓN GENERAL

Por José Manuel Leal

Para empezar este artículo y centrarnos  en el ámbito urbano en el que nos vamos a desenvolver, invito al lector, antes de nada, a que nos detengamos un momento en este plano de población del término municipal de Pozo Alcón, de 1897. Aunque con alguna dificultad, podemos observar cómo el casco urbano estaba delimitado al norte por la calle San Sebastián y la calle Carasoles, prácticamente como hoy; mientras que por el sur, el caserío acababa en la calle de San Marcos. Al este, la calle de las Eras, actual calle Ntra Sra. de los Dolores, ponía el límite a la zona de huertos y eras. Al oeste, las calles del Aire y la del Cerro, y algo más al suroeste, la calle Carrizalejo, que ya casi iba rodeando al cementerio (VI), que se encontraba, como es habitual, a las afueras del pueblo. Esta era más o menos la extensión del casco urbano. En el centro del mismo, las calles Santa Ana y la de las Parras, donde se ubicaban la casa cuartel de la guardia civil (III), el Ayuntamiento (II) y la iglesia (I), con un punto en azul que marca la fuente Taza. Las escuelas se ubicaban por entonces en la placeta del Santo (IV y V). En este estrecho marco geográfico, aunque hemos de tener en cuenta la dispersión de la población por otros caseríos y en la Sierra, se desarrollaba gran parte de la vida cotidiana de Pozo Alcón a principios del siglo XX.

El S.XX llegó a Pozo Alcón cargado de grandes proyectos, la mayoría de los cuales no llegaron a realizarse, aunque entonces aún no se supiera. Todavía se tenían esperanzas de que la línea del ferrocarril de Linares a Almería pasara por aquí. También estaba el proyecto de construcción de una fábrica de remolacha a cargo de la compañía “La Colonia del Ángel”, que pertenecía a Martínez y Pinillos, uno de los socios de la empresa de riegos; o la construcción de la carretera  de Torreperogil a Huéscar, cuyas obras habían comenzado mucho tiempo atrás; o la construcción de un puente – el anterior de madera había sido arrastrado por una riada- sobre el río Grande (el Guardal) en la carretera a los Baños de Zújar. Todo esto, que no fue, unido a las obras y puesta en funcionamiento del canal de Iturralde atrajo al municipio a gente de otros lugares. En el siguiente gráfico de población del INE, podemos observarlo con detenimiento:

Vemos que Pozo Alcón, que a mediados del siglo anterior contaba con unos 3428 habitantes, había pasado a unos 4400 a principios de siglo, aumentando en esta primera década del S.XX hasta alcanzar los 5000 habitantes. Anotamos aquí, aunque sea de manera somera, cómo se produce un pico de población en los años 40 y 50, y un descenso continuado hasta la actualidad con una población similar a la del principio del siglo XX. Aclaramos aquí también que la población por aquella época se repartía entre los que vivían en el casco urbano de la villa, los que habitaban en los caseríos del Fontanar y Cuevecillas, y otro número significativo diseminados en cortijos junto a los ríos, especialmente en el Guadalentín, y en la Sierra.

 En la segunda década del siglo, la población no aumentó prácticamente debido a tres motivos: el primero es que Pozo Alcón ha pasado a ser ya un pueblo esencialmente agrícola, con el descenso de la ganadería, y esta década de los años 20 se caracterizó por ser un periodo de sequías, con frecuentes invasiones de langostas, que culminaría en 1922 con la gran invasión de lo que aquí se denomina “grillos”. Así se recoge en un artículo del cronista Manuel Antiñolo Quiñones, al que desde ahora identificaremos como MAQ, siglas usadas por él mismo: “La producción agrícola ha sido muy escasa este año. La falta de lluvia, el frío y la langosta la mermaron considerablemente. Y como consecuencia, una larga crisis de trabajo empuja a los braceros a la emigración. En Pozo Alcón hay señales de que ésta alcanzará proporciones considerables”.

El segundo motivo de este estancamiento en la población tiene que ver con el lento desarrollo del regadío que, en esta época, con las protestas del Pozo, se inclinó a fertilizar las tierras de Zújar-Cuevas del Campo, sobre todo en la Cañada de los Aljibes donde precisamente la compañía de Antonio Lazo y sus socios poseía sus mejores tierras. Una tercera causa fue la alta mortalidad, no sólo infantil –la cual era endémica- que se produjo por entonces y que culminó en 1918 con la epidemia de gripe aviar, la llamada “gripe española”, y que además aquí se complicó con otra de tifus, lo que produjo una altísima mortalidad aún por estudiar.

Pero a pesar de todos los pesares, las obras del Canal trajeron a muchos trabajadores de la comarca y el dinero empezó a correr, mejorándose así las condiciones de vida. Los campos de Pozo Alcón empiezan a producir más y mejores cereales, legumbres, hortalizas, aceites y frutas en cantidades superiores al consumo local. De estos productos, especialmente las habichuelas, patatas y el aceite se exportaban, originando unos ingresos que, con espíritu emprendedor, se invirtieron en nuevas industrias y negocios mercantiles. En este primer cuarto del S.XX se habían montado cinco modernas fábricas de aceite y se había dado un gran impulso a la producción de alquitrán de la Sierra. Además, se había construido una central eléctrica en Guazalamanco y dos fábricas de harinas más. En resumen, se había dado un gran impulso al movimiento comercial y a la riqueza del pueblo en todos los aspectos.

Este despegue económico va a tener su reflejo en el desarrollo del negocio de la banca. Según los distintos anuarios de que disponemos, aparecen entre 1900 y 1904 al menos tres prestamistas: Ceferino Bustos Quiñones, Antonio Gómez y José Moreno Rodríguez. Tiempo después, aparecerán los banqueros y corresponsales de Banca, que fueron Francisco Antiñolo Leyva y Gregorio Antiñolo Rodríguez, quien aparece como “banquero, cobrador de giros. En 1925 es Corresponsal del Banco Urquijo; en 1933, del Banco Pastor.”

El incipiente progreso material, en un pueblo atrasado y aislado, empezaba a palparse, aunque condicionado siempre, como ya sabemos, por la ausencia de comunicaciones que dificultaba la exportación de excedentes agrícolas, con tres puntos críticos y finales durante mucho tiempo: el paso del Turrilla, el del Guadalentín y el del río Grande.

En cuanto a la sociedad, propongo ahora al lector que nos detengamos en el siguiente documento del Anuario del comercio, industria, magistratura y administración:

En este anuario de 1904 podemos observar, además de algunos nombres propios, una parte de la realidad socioeconómica de Pozo Alcón en aquel momento. El alcalde era, por entonces, el liberal Manuel Bustos, ya que la Corporación anterior, presidida por Juan Romera, había sido destituida por el Gobierno. Vemos en el documento que había dos escuelas de niños y otras dos de niñas, y que continuaba como maestra Leocadia Carmona quien, junto a Manuel Quiñones Moreno, fueron los dos pilares de la educación primaria en Pozo Alcón. Había también varios negocios relacionados con el aceite, desde cosecheros y tratantes hasta prensas y fábricas, entre los que podríamos destacar a Josefa García, la cual había donado los terrenos para la ubicación del nuevo cementerio. Figuran   también tratantes de ganado y cosecheros de vino, molinos y fábricas de harina, de aguardiente y licores, de bebidas gaseosas e incluso de jabón. La madera se trabajaba en cuatro carpinterías, además de dos constructores de carros y un cubero. Por otra parte, aparecen cinco tiendas de comestibles, confitería e incluso tienda de loza, cristal y porcelana. Desde el punto de vista sanitario, el pueblo contaba con dos farmacias y dos practicantes cirujanos, junto a tres médicos, uno de los cuales, Nicolás Quiñones, había sido miembro del Comité republicano que proclamó la Primera República en Pozo Alcón, además de miembro de la logia masónica Estrella flamígera, y el primer médico de Pozo Alcón que aparece en la fundación del Colegio de médicos de Jaén en 1902.  Existían además tres zapaterías y cuatro alpargaterías, otras tantas sastrerías y un vendedor de máquinas de coser, muy probablemente de la marca Singer, y dos modistas: Dolores Antiñolo y Remedios Carmona.

Este Anuario que hemos seleccionado es especialmente interesante por su amplitud y detalle. Por él, podemos conocer cómo el alumbrado público era por petróleo o cómo entre los mayores contribuyentes aparecen por primera vez dos mujeres, María y Josefa Quiñones. Los lugareños se divertían en el café y billar, mientras que los más adinerados se solazaban y hablaban de política en el “Círculo de la Amistad”, presidido por el político conservador Manuel Torres. También aparecen dos profesores de música, uno de los cuales, Manuel AntiñoloTauste, padre del Cronista MAQ, había fundado a finales del siglo anterior la primera banda municipal de música. Y para finalizar este breve análisis, podemos resaltar la aparición, también por primera vez, de una librería, la de Simón Torres Antiñolo, quien figura como “Comisionista” y agente de esta publicación sustituyendo al anterior, el farmacéutico Ángel Benavides.

En esta sociedad aquí esbozada, el siglo se inició con los avatares propios de la historia. En 1901 se construía la torre del reloj, en la actual calle de D. Manuel, colocándose en su interior el, por entonces, mejor mecanismo de este tipo que existía; nos estamos refiriendo a un reloj de la prestigiosa marca Canseco, hoy desaparecido. Para saber mas: https://drive.google.com/file/d/1UjmdYBb-gWV-OE4m8H441bfPr3u2ugth/view?usp=sharing

Al año siguiente, en 1902, se hundía la torre de la iglesia, dejándola prácticamente inservible hasta 1931, año en que se terminaron las obras con una importante aportación económica de un poceño residente en Jaén, el que fue alcalde de esa ciudad y presidente de la Diputación provincial, Alfonso Monge Avellaneda, político conservador de gran influencia local. Del origen, vicisitudes y derribo de aquel templo, nos ocuparemos en su día.

En el año 1903, se producía un crimen que conmocionó a toda la localidad y ocupó páginas en la prensa nacional: el crimen de las Merguizas, madre e hija, asesinadas por Valentín Moreno quien, con el tiempo, como ya sabemos, fue identificado con otro bandolero anterior de nombre Martín. También en este año entró en funcionamiento el nuevo cementerio, sustituyendo al anterior que estaba situado en la calle El Santo, donde se encuentra el edificio principal del actual colegio de Primaria. El cementerio se construyó en terrenos donados por la propietaria Josefa García, y el primer enterramiento fue el 7 de enero, curiosamente el de un concejal del Ayuntamiento, Pedro Salazar Bustos.

 Y es que, hablando del Ayuntamiento, resulta que en 1903, primero el gobernador civil y, después, el Ministerio de la Gobernación, lo suspenden en pleno y al secretario, por “gravísimas irregularidades”. El expediente es demoledor, con los siguientes cargos probados: “Tener retenida indebidamente en la Caja ( del Ayuntamiento) cantidades que corresponden al Tesoro( del Estado) y que debían haberse hecho efectivas; no haber entregado a la Hacienda las sumas por el cupo de consumos(impuestos que se recogían por productos de primera necesidad); negarse el alcalde a expedir las certificaciones reclamadas por el Delegado; aparecer ejecutadas obras y satisfecho gastos voluntarios, sin haberse cumplido con atenciones preferentes”. Las acusaciones continúan y, en definitiva, el informe señalaba “el abandono y negligencia punible”; más aún, la oposición del alcalde y secretario a entregar los documentos que se solicitaban, “puede constituir el delito de desobediencia grave y caer dentro de la esfera penal”.

Ni que decir tiene que no toda la responsabilidad era de aquel Ayuntamiento, y que muchas de las acusaciones probadas eran prácticas comunes en todas las Corporaciones de cualquier signo político. El alcalde del partido conservador, Juan Romera, fue fulminantemente cesado. Bajo su gobierno, se habían realizado, como hemos visto, algunas obras importantes en el pueblo y había conseguido además un gran adelanto en la construcción de la carretera de Torreperogil a Huéscar, a la altura de Tíscar. Romera fue sustituido por el liberal Manuel Bustos Quiñones y de él, con una agria polémica que mantuvo con el párroco Ambrosio Tamargo, y de la situación política en este primer cuarto del S.XX, nos ocuparemos en el artículo próximo.

José Manuel Leal

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